martes, 9 de febrero de 2010

Invictus, Clint Eastwood.

Técnicamente impecable, Clint Eastwood encuentra la manera de hacer una película biográfica sin caer en los peligros del género.

La historia del apartheid está llena de tabúes y maniqueísmos, elementos suficientes como para complicar la manera de narrar la anécdota.

Lo que pudo haber resultado ser una película sosa y aburridísima, es una buena película para dominguear en lunes.

De la misma manera en la que Ang Lee lo hizo con Taking Woodstock, Clint Eastwood decide abordar de manera distinta una historia contada millones de veces. Al hacerlo con un pretexto tan simple como el rugby, le da legitimidad como narración cinematográfica, y logra enmarcar al personaje de Mandela (Morgan Freeman) en el límite del retrato.

La fuerza de los partidos de rugby libera toda la tensión del clima político –que nunca logramos ver, pero que sin duda está ahí.

Esa energía es fundamental en el ritmo de la película, y provoca grandes momentos en la fotografía.

La violencia en el deporte, es una gran metáfora para no empacharnos con detalles políticos y obviedades.

La referencia al poema que le da título al filme y el matiz pop en el soundtrack, son un par de detalles que definen muy bien el tono en el que se desarrolla la película, sin caer en el melodrama. El sentimentalismo hollywoodense está latente, pero eso ha de suponerse desde el reparto –que además cumple con las expectativas, las actuaciones son buenas.

El final, es un final feliz que no excede la euforia merecida en torno al hecho que lo pretexta. De todas formas, es un partido de rugby.




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