domingo, 4 de julio de 2010
Perfección de casualidad.
sábado, 17 de abril de 2010
[Rorschach Test]
miércoles, 17 de febrero de 2010
Hija de Nadie
jueves, 11 de febrero de 2010
Astro
martes, 9 de febrero de 2010
Invictus, Clint Eastwood.
Técnicamente impecable, Clint Eastwood encuentra la manera de hacer una película biográfica sin caer en los peligros del género.
La historia del apartheid está llena de tabúes y maniqueísmos, elementos suficientes como para complicar la manera de narrar la anécdota.
Lo que pudo haber resultado ser una película sosa y aburridísima, es una buena película para dominguear en lunes.
De la misma manera en la que Ang Lee lo hizo con Taking Woodstock, Clint Eastwood decide abordar de manera distinta una historia contada millones de veces. Al hacerlo con un pretexto tan simple como el rugby, le da legitimidad como narración cinematográfica, y logra enmarcar al personaje de Mandela (Morgan Freeman) en el límite del retrato.
La fuerza de los partidos de rugby libera toda la tensión del clima político –que nunca logramos ver, pero que sin duda está ahí.
Esa energía es fundamental en el ritmo de la película, y provoca grandes momentos en la fotografía.
La violencia en el deporte, es una gran metáfora para no empacharnos con detalles políticos y obviedades.
La referencia al poema que le da título al filme y el matiz pop en el soundtrack, son un par de detalles que definen muy bien el tono en el que se desarrolla la película, sin caer en el melodrama. El sentimentalismo hollywoodense está latente, pero eso ha de suponerse desde el reparto –que además cumple con las expectativas, las actuaciones son buenas.
El final, es un final feliz que no excede la euforia merecida en torno al hecho que lo pretexta. De todas formas, es un partido de rugby.
lunes, 8 de febrero de 2010
Zombieland (Tierra de Zombies) 2009
Ruben Fleischer.
Columbia Pictures / Relativity Media / Pariah
Estados Unidos
Escena Primera: Las barras y las estrellas como encuadre inicial.
El escenario post-apocalíptico no desplaza a America del centro de la industria cinematográfica. America como el ombligo del mundo.
Parece sobrado y sobre-explicativo, pero poner ese símbolo dentro de la primera secuencia, tiene un por qué narrativo.
En esta obviedad, radica la crítica.
Poner una bandera de Estados Unidos nos lleva a un lugar común, es un cliché intencionado.
Cuando se hace evidente algo que no necesita remarcarse, es un guiño a consciencia, no un derroche de etnocentrismo inocente.
La primer secuencia le avisa al espectador que en la manera de contar esta historia hay una consciencia latente del cine estadounidense, de los formatos de las películas de terror y del humor grotesco que caracteriza sus malas parodias -hablo específicamente de las muchas variantes de It’s not another ________ movie.
Es usual en las parodias norteamericanas, adoptar una estética que enfatice el bajo presupuesto de la producción. Son películas travesti. Una sobre-exageración de lo cómico que caricaturiza el género. El resultado es siempre un montaje tan cargado que se vuelve soso y chafa. Un sin sentido grotesco.
Creo que en Zombieland la fórmula es distinta. Ruben Fleischer toma el formato de las películas de terror más absurdas, y hace una comedia.
Hay una referencia sobre esta discusión en una de las secuencias de transición en la película. Al llegar a la casa de Bill Murray mencionan la casa de Russel Crow. Eligieron quedarse en casa del cómico, no en casa del héroe épico.
Un cambio de signo, cambia el tono.
La película cae en el pastelazo, se acerca más a una ironía que a un humor gringo de mal gusto. Tiene un humor más listo que el de la parodia mal lograda a la que estamos acostumbrados.
Los símbolos norteamericanos siguen apareciendo a lo largo de la película, y hacen evidente la intención de estos con el más obvio: Hollywood.
No es casual que la segunda parte de la historia, se desarrolle en Los Ángeles. La sede más importante del cine y la televisión del continente Americano. La casa del entretenimiento. La auténtica Zombieland.
Todo se acentúa en la última parte. La masacre de los muertos vivientes le sube seis rayitas al potencial splatter de la película. Es increíble ver a un ejército de zombies correr enloquecido hacia un parque de diversiones. Y es mucho más increíble ver a un solo redneck imposiblemente armado matando a cientos de come-sesos alborotados.
La crítica más evidente se hace en ese momento…
El parque de diversiones más visitado de California se ubica en las afueras de Los Ángeles: Disneyland.
El soundtrack es bueno.
Recorre la historia del rock desde Hank Williams hasta los Raconteurs, pasando por The Velvet Underground.
Excelente selección de música para perseguir Zombies y destruir cosas.
Es uno de los elementos que le da cierta posibilidad de híbrido entre un cinematic[1] y una película.
El argumento es pretexto perfecto para un videojuego. Los personajes, las locaciones y las armas, de momento se antojan como de PlayStation 4 con un control sincronizado a las vibraciones de los disparos.
Las salpicaduras en la pantalla, la música, y la constante de sobrevivir matando zombies hacen de la historia una opción perfecta para cualquier geek en fin de semana.
Escena última: un lamentable final abierto.
Desde su éxito irrevocable como la película de zombies más taquillera en la historia, después de desbancar el remake de Dawn of the Dead (2004). Se anunció la posibilidad –bastante probable- de hacer una secuela.
Con 60.8 millones de dólares de ganancias en 17 días y buenas criticas, tendremos más de Zombieland en un futuro cercano. Y no estoy segura de querer otra.
[1] Un cinematic es la manera en la que los videojuegos te dan las instrucciones, generalmente es a través de una animación.
martes, 2 de febrero de 2010
The Sheep Market
jueves, 28 de enero de 2010
Me Hace Ruido + Suave as Hell
martes, 26 de enero de 2010
Pink Skull
Pink Skull - Ritualistic Bug Use (Endless Bummer - Rvng Intl.) from Georgia on Vimeo.
I can’t speek a shit.
El Capiro es el único lugar en el Este de Los Ángeles donde se puede fumar.
El departamento de policía está justo enfrente, cruzando la calle. Distancia (oficial) para hacer de cualquier localito una sucursal autónoma recreativa. Un terreno neutral, que no pertenece ni a America ni a ningún otro lado.
Siempre está lleno de testosterona hiperdilatada -eso pasa cuando los complejos de un hombre se pretextan con una pistola.
Puedo medir el tiempo que llevan aquí, por la cantidad de colillas amontonadas.
No son policías, son detectives (más testosterona).
Jugar billar y tomar cerveza Modelo en un lugar de acento latino no tiene caché, pero hay ceniceros en las mesas.
La rocola toca un swing y apenas son las once.
De todos modos en ésta mesa sólo hay cerveza sin alcohol… por ahora.
Los detectives ya se están nalgueando entre si.
-Traigan al mesero.
Kelly le dice algo al oído. Yo intento no escuchar lo que pide.
Al fondo, un chicano corregido y aumentado intenta instruir a una dumb blonde al Kamasutra o al billar.
Los juegos de estrategia no se me antojan. Donde hay drogas, no puedo pensar en geometría, y mucho menos donde hay sexo.
El mesero trae cuatro shots de algo que seguro es tequila.
A mis veintidós podía pasar por rehab siete veces al año, pero los ochentas me quedaron mal. Cerveza sin alcohol para mí. Tequila para los demás. Sexo geométrico para los de la mesa de billar.
Me alejo del tequila en señal de tregua. Me lo tomaría por los ojos, si pudiera.
-Hola, mi nombre es Kim Deal y me gustan las drogas. Ya no puedo lidiar con eso. Camino entre los guardianes del derecho al fumador. Sus ojos ya no ven hacia ninguna parte. Ven hacia adentro. Palmean sus espaldas en un aleteo continuo. Sus camisas ya mojadas de sudor ácido. Siento unas nauseas imparables subir hasta mi garganta. ¿Qué pasa con la música?
La rocola siempre sirve para simular tener el control de algo. Dos quarters. Thats all it takes. Dos quarters y eres dueño de los oídos de todos durante tres minutos.
Pongo algo en español. No sé qué es.
Creo que el gusto por la música depende del lugar desde donde se escucha.
Siempre se puede generar una cercanía extrañísima a algo muy ajeno a las orejas que tenemos pegadas en la cabeza.
Mis orejas son muy pequeñas. Son casi invisibles. Y siempre estuvieron acostumbradas a escuchar palabras en español.
En mi música siempre hay algo de eso. Un idioma masticado desde otra boca. No suena igual al español. Suena a lo que me sabe el español cuando intento repetirlo con mi lengua hinchada de inglés.
Algún concurrente confundido aprobó mi selección musical vociferando en ningún idioma.
No sé lo que tienen estos lugares latino pero siempre hay algo que no entiendo. Nunca sé si me están hablando español u otra cosa.
López canta el bolero abrazado de un maniquí, que simula ser una mesera de Hooters. Absorto en su slow dance con Barbie Hooters, murmura sin torpeza las mismas palabras que salen de la rocola. Agarrado de unas nalgas de plástico López canta el bolero.
Pudieron haber pasado días. No sé qué hora es.
Nuestro estado es perfecto para ir al estudio. Todos están borrachos.
- La Cienega blvd. W 97th Pl. - le digo al taxista sin verlo a la cara.
Intento escribir algo en el camino. Frases sueltas, siempre funciona.
En el estudio, López saca de su pantalón una servilleta. Tradujo el bolero.
-No dice lo mismo. Se escucha muy mal- Dijo y se enchufó a su bajo.
-Escríbela en español.
Mi guitarra eléctrica suena, tratando de no desparramar sus decibeles. Hay algo que empieza a distorsionar el sonido y lo lleva hacia otra parte. ¿Hawai? Ya no hay un trío ahí. Tampoco un cantante de folk con su guitarra acústica. ¿Grunge?
Kelly escupe palabras en un español tieso. No sabe lo que significan. Probablemente las lea en fonética mientras canta.
Canta desde las nauseas en mi faringe. Canta con un cuchillo atravesándole el cuello. No es angustia. Es un sonido eléctrico.
Hace y deshace nudos con su lengua pesada.
Las palabras se deforman en su boca como si no embonaran y salen de las bocinas en otro idioma.
Hay una guitarra acústica que mantiene la limpieza del sonido y regresa el bolero, que nunca se pierde.
Medeles marca un beat muy discreto en la batería y ocasionalmente hace remates conteniendo su ego.
Yo aúllo en la segunda voz mientras López intenta averiguar dónde integrar el bajo sin estropearlo todo.
Es un desastre. Suena increíble.
En los artículos de música siempre hacen alarde de mi habilidad políglota.
No entienden nada.
- I cant speek a shit.
Kim Deal.
The Breeders, Mountain Battles (2008) “Regálame esta noche”